“La vida de un hombre es bastante aburrida. Yo viví muchas vidas. Nunca me aburrí“.
Algunos dicen que fue a medida que avanzaba su carrera delictiva, otros creen que ya lo había pensado previamente. Lo cierto es que aunque no sabemos cuales fueron los inicios de Stanley Clidford Weyman, sí conocemos sus orígenes.
Stanley Jacob Weinberg nació en 1890, en el seno de una familia de clase trabajadora de Brooklyn (Nueva York), que no le pudo pagar los estudios de medicina. Por ello desde muy joven, además de realizar pequeños trabajos, inicio un prometedor periplo profesional como empleado de archivos.
Pero no tardaría en encontrar su verdadera vocación.
En 1910 tuvo lugar la primera de las estafas documentadas, consistente en la suplantación de un representante del consulado de Marruecos, concretamente diplomático de Port du Aubres. El prestigioso cargo le permitiría dar grandes cenas en los hoteles más lujosos de Nueva York sin pagar un céntimo, hasta que confirmaron la inexistencia de dicha plaza.
Lejos de disuadirle la estancia en el correccional, aquello le pareció un comienzo prometedor, ya que consideró seriamente la posibilidad de labrarse una vida llena de lujos infringiendo la legalidad. Por tanto, una vez en libertad, no dudó en seguir su camino haciéndose pasar por un agregado militar de la embajada Servia, aparte de presentarse también como teniente de la US Navy.
En 1915 se metió en la piel de Ethan Allen Weinberg, militar de alta graduación Rumano encargado de inspeccionar el acorazado SS Wyalloming, atracado en el rio Hudson, tras lo cual organizó un banquete en el hotel Astor para todos los presentes a cuenta del consulado de Rumanía. La publicación del acontecimiento en los periódicos alertó al FBI.
Una de las primeras lecciones que aprendió es que en el “oficio” de la suplantación de identidad, tiene factores que no pueden controlarse, pues en 1917 su delator fue el sastre que le confeccionó el uniforme falso de teniente de la fuerza del aire, al tiempo que nuestro protagonista se hacía pasar por Royal St. Cyr.
Mientras ejercía uno de los pocos profesiones legales que se le conocen, por medio de un anuncio se enteró de la necesidad de un médico por parte de una constructora con el objeto de supervisar unas instalaciones sanitarias ubicadas en Perú. Una vez en Lima, el ficticio doctor se dedicó a derrochar el dinero a crédito en fiestas, mansiones y coches. La ley cayó sobre el cuando rebasó el límite.
En 1921, aprovechando los infructuosos intentos por obtener reconocimiento oficial de la Princesa Fátima de Afganistán, de visita en el pais, el oficial de enlace naval del Departamento de Estado Liaison Officer Rodney Sterling Weyman se ofreció a ayudarla sin reservas.
Haciendo gala de sus dotes de persuasión, Liason consiguió convencer a la Princesa de la necesidad de sobornar algunos funcionarios, consiguiendo la cantidad de 10.000 $. Asombrosamente también logró pactar reuniones con el Secretario de Estado Charles Evans Hughes, y el presidente de los Estados Unidos Warren G Harding. Pero sus errores de protocolo levantarían sospechas.
Stanley Jacob Weinberg con la Princesa Fátima de Afganistán
En su siguiente aventura inauguró un despacho de abogados, que era pujante hasta que el colegio de abogados le investigó, para acabar pidiéndole las credenciales necesarias para ejercer. Un caso similar al de la consulta que consiguió abrir con el afamado cirujano ortopédico Adolf Lorenz, donde enseguida se vio que carecía de formación quirúrgica.
Sus habilidades sociales eran tales, que en 1926, Evening Graphic recurrió a él para concertar una entrevista con María de Sajonia- Coburgo- Gotha, esposa de Fernando I, y última reina consorte de Rumanía. Un personaje inaccesible que resultó ser permeable a un impostado Secretario de Estado.
Ese mismo año, en el entierro de Rodolfo Valentino, el dueño de la funeraria en un acto de publicidad decidió contratar a una multitud de actores que simularan ser camisas negras. El esperpento que puso la guinda al sepelio facilitó la labor de nuestro protagonista, ya que tras socorrer a la indispuesta Pola Negri (actriz y supuesta novia de Valentino), se hizo pasar por su médico personal, enviando comunicados de prensa sobre el estado de salud de su paciente, y atendiendo a otros pacientes en la residencia de Valentino.
Aquello le costó numerosas denuncias, pero ninguna de Pola Negri.
También quiso sacar rédito de las noticias acaecidas en el frente. En plena II Guerra mundial, abrió una asesoría con el fin de aconsejar a los insumisos sobre el modo de librarse del ejército, lo que
Stanley Jacob Weinberg con la Princesa Fátima de Afganistán solía conllevar el fingimiento de enfermedades.
Después de otra breve estancia en prisión, por medio de unas acreditaciones falsas, encarnó a un periodista de las recientemente creadas Naciones Unidas, donde entabló amistad con Warren Austin, embajador de los Estados Unidos de América y con Andrey Gromycko, delegado de la URSS.
Su labor fue tan buena, que tras convencer a la delegación Tailandesa de que trabajó en la Oficina de Servicios Estratégicos estadounidense, le nombraron agregado oficial de prensa. Weinberg consultó al Departamento de Estado para saber si dicha función era compatible con la ciudadanía estadounidense, truncando así la operación (quien sabe si de forma voluntaria).
Los tiempos habían cambiado, los periódicos habían dado demasiada publicidad a sus hazañas, y los años se sucedían entre pequeñas estafas hasta que consiguió uno de los empleos de su juventud. Portero nocturno de hotel.
Stanley Jacob Weinberg murió el 27 de agosto de 1960, tratando de evitar un atraco a mano armada en el hotel donde trabajaba.
Su modus operandus no parece el resultado de un estudio escrupuloso, de echo puede que fuera demasiado osado. Pero hay que decir que desde el punto de vista “laboral”, su vida fue prolífica: A su muerte había encarnado a más de una decena de personajes, y privado de libertad un mínimo de 13 veces.
Probablemente la falta de meticulosidad fuera válida en momentos de la historia en que los documentos carecían de medidas de seguridad, traduciéndose esto en códigos legales incapaces de castigar la falsificación documental, así como suplantación de identidad, conllevando esto penas de prisión mínimas.
En cuanto a su larga lista de alias: Royal St. Cyr, Ethan Allen Weinberg, Rodney S. Wyman, Sterling C. Wyman, Allen Stanley Weyman, C. Sterling Weinberg, y su favorito Stanley Clidfor Weyman, pudieran ser el resultado del sentido común de un estafador profesional, pero también hay que considerar la posibilidad de que lo hiciera por autoimagen, ya que prefería los nombres con glamour que no parecieran judios.
Hoy en día, a pesar de la capacidad logística necesaria para perpetrar un robo de identidad, hay que tener en cuenta que se trata del delito con mayor crecimiento en el mundo. En la actualidad, difundimos nuestros datos personales, por medio de transacciones presenciales, telefónicas u online. Por tanto la mayoría de las víctimas no sabremos que hemos sido engañados hasta que nuestras cuentas bancarias hayan sido saqueadas.