¿Qué fue de la letra bonita?

Artículo de: peritoscaligrafosjudicial.es
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Probad, probad a escribir una carta y veréis. Probad a redactar un folio a mano… Duelen los dedos, el bolígrafo no marca en rojo las faltas de ortografías, hay que tachar, si nos equivocamos no podemos hacer un control+z, no hay opción copiar y pegar de otro lado, ¡cansa mucho! ¡Qué desastre!
¿Y la letra que tenemos? Si en algún momento tuvimos buena letra, ¿qué fue de ella? Es difícil mantener la horizontalidad y hasta las palabras se ven raras escritas a mano… Y es que en el ordenador queda todo tan limpito, hasta podemos reflejar nuestra personalidad eligiendo una comic sans o una times new roman, mientras que a mano, qué desastre, si no me reconozco en esta letra de niño…
Es cierto que nuestra letra dice mucho de nosotros, o eso se ha dicho siempre, pero últimamente lo que puede decir es que no somos muy analógicos, que no cultivamos la caligrafía y que nos quedamos en los años escolares…
¿Sabemos cómo es la letra de nuestro mejor amigo? Porque antes era muy normal reconocerla. Siempre se ha valorado la buena letra, incluso hay quien se ha enamorado de una. ¿Y esas cartas de amor manuscritas? Seguro que algún nostálgico todavía las cultiva, deberían guardarse como reliquias.
¿Qué escribimos a mano? La lista de la compra, notas personales,… en definitiva nada importante. Lo importante lo dejamos para el teclado, sobre todo porque menudo desastre de letra nos está quedando. Y sin embargo, cuando vemos una letra bonita, cuidada, equilibrada, nos gusta y lo apreciamos.
¿Qué está pasando? Nos volvemos digitales, analógicamente vagos. Y es que seamos sinceros, ya nadie escribe, ni siquiera cartas, casi ni para felicitar las fiestas. Hace pocos años aún dedicábamos tiempo a redactar mensajes electrónicos de «feliz año nuevo», y ya ni eso; ahora es un whatsapp que reenviamos a diestro y siniestro sin a veces siquiera haberlo escrito nosotros. Remitimos algo que nos llegó y nos pareció gracioso.
La letra dice mucho de nosotros, o eso se ha dicho siempre lo grafólogos y peritos calígrafos estudian los rasgos psicológicos del escribiente.
Con lo grande que es recibir una carta o una postal. Ese momento en el que abres el buzón, el de verdad, y hay una carta para ti, con tu nombre y tu dirección escritos a mano, ese momento, ese momento de felicidad absoluta al saber que no solo los bancos, los publicistas y Hacienda te envían misivas. Ese momento en el que sabes que alguien te ha dedicado tiempo y se ha acordado de ti. Tanta es la felicidad que solo por eso vale la pena mirar de vez en cuando qué esconde el buzón.
¿Y la ilusión del sello? Lo difícil que debe ser hoy en día coleccionar sellos. Seguro que los coleccionistas están en peligro de extinción, junto con los que escriben cartas de amor. Y es que todo son cuños y cosas impresas que valen por un sello. Qué fue de los sellos… Todavía no he tenido la oportunidad de recibir uno con los nuevos reyes, pero sí sé que no siempre es necesario rechupetear ese sabor amargo del sello: ya existen ¡en pegatina! Y la verdad, un buen avance, porque mira que saben mal los sellos… Y hasta debe ser antialgo: anti buena salud o antiecológico, o yo qué se, que ese sabor a pegamento no debe ser nada bueno.
Pues sepan ustedes que está volviendo la buena letra, que se están poniendo de moda los talleres de caligrafía. El arte de escribir con tinta empieza a ser algo en boga, aparecen clubs donde recuperan esta tradición. Así que ya lo saben, despacito y con buena letra.
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