Conociendo los obstáculos que suelen presentar los juzgados para estudiar documentos, era preciso argumentar en el acta de aceptación de cargo, la necesidad de obtener el original, pero aunque me había esmerado en dejarlo todo claro, no estaba muy convencido de lo que acababa de hacer, pues pude haber rechazado el procedimiento como el perito anterior; pero en mi caso fue más poderosa la curiosidad que la cautela.
Durante un tiempo se pensó resuelto el problema de la datación documental, ya que se estudiaba la oxidación de las tintas ferrogálicas, o la expansión de cloruros y sulfatos sobre el papel, pero los posteriores avances dejarían anticuado el remedio. Sin embargo esto sirvió para valorar la tintura y soporte como elementos convergentes, y aunque no se llegó a una solución definitiva, los estudios continuaban realizándose, mientras que la evolución de los útiles escriturales, provocaban nuevos interrogantes.
Cuando por fin lo tuve en mis manos la documentación, me encontré con un documento escrito a máquina con tinta azul de difícil manipulación debido a la falta de consistencia y deshidratación del soporte escritural. Por otro lado, la decoloración del mismo era manifiesta debido al color amarillento, las diferentes tonalidades y la migración de tintas.
Continuando con el estudio del papel, su análisis interno no haría otra cosa que ratificar el mal estado del soporte y revelarnos una composición nada novedosa, pues los elementos de fabricación llevan siendo los mismos desde hace décadas, por lo tanto no se podría fechar tampoco por este método.
Algunos de los factores que ocasionaron su actual estado pudieron ser debidos al almacenaje, y por el empleo al que fue sometido:
· Condiciones medioambientales: grado de humedad, luz solar, temperatura, polvo, etc.
· Acción de los microorganismos y bacterias.
· La acción del hombre en su manipulación o falta de control periódico sobre el documento.
· Accidentes en su utilización.
Pese a lo que ya se había visto de este documento en concreto, se observa que el soporte llevaba plasmada una marca de agua o filigrana identificativa del fabricante, detalle que en la actualidad no es tan frecuente.
Llegados a este punto del estudio, el trabajo además de ser documentoscópico, comenzó a ganar matices detectivescos, pues dicha fábrica había cambiado de actividad para hacer papel estucado hacía unos sesenta años, lo que cuadraba con la fecha en la que hice el estudio.
Una vez realizado el informe, y llegado el día del juicio, coincidí con un especialista que analizó el contenido del mismo, pues en él se citaban instituciones de la época. De modo que aunque no era de esperar una solución precisa, se logró encuadrar en un marco histórico.
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