A BROCHA GORDA
¿Qué hacer cuando se exige una respuesta simple a una cuestión compleja?
Pues a decir verdad aún no lo sé, y eso me hace sentir impotente; pero no menos que los gurús que me bombardean a e-mails prometiendo la receta para hacer nuevos clientes, pues no se puede convencer al que sin atender a más razones, tiene como único interés encontrar el atajo a un problema inmediato.
El martes pasado recibí una consulta en la que se me preguntaba si estudiando la fotocopia de una firma dubitada, era posible conocer su autoría al 100%, a lo que respondí que tendría que ver los grafismos con los que la debía de cotejar, pero tras recibir un segundo mensaje con el adjunto de la fotocopia, procure sin éxito explicar a la abogada, que el fundamento de una pericia caligráfica estaba la comparación de grafismos, y sin indubitadas no habría estudio.
El 100% es posible, pero si además de llegar a la conclusión correcta, realizo un buen informe que la corrobore, convenceré a todos los presentes en la sala, aunque también es cierto que la parte contraria estará en su papel intentando sembrar la duda sobre el estudio realizado, especialmente si se cimenta en una fotocopia. A partir de ahí el juez se decidirá en base a mi trabajo y a las respuestas que dé a las preguntas que se me formulen.
Seguro que muchos de los lectores se estén planteando: si incluso lo más evidente puede ponerse en duda, ¿qué les impide a los culpables salirse con la suya? La respuesta a esta pregunta está en el profesional y en el cliente. En el profesional por sus conocimientos y su buen hacer; y en el cliente por su decisión. Porque los casos de aquellos que preguntan tarifas a diferentes peritos, o de los que no necesitan más que un sí o no a la autoría de una firma confiando en conseguir una consulta gratuita, no prosperan
Por ello, sin ánimo de ser intransigente quiero incidir en la confianza del cliente en las alternativas que el experto le proponga en aquellos casos que requieran algo más que un sí o un no.
Lo barato siempre sale caro.