Artículo de: EMILIANO DE LA CRUZ de PSICOLEY
Profesional incluido en el BUSCADOR PROFESIONAL THESAURO
Muchas veces las personas que acuden a una consulta psicológica expresan el temor a que se les cambie su forma de ser o su propio ser. Consideran que, para cambiar lo que les afecta y les hace sufrir, sus síntomas, el psicólogo ha de cambiarles o modelarles a su antojo. Pero ningún tratamiento psicológico, que no consista en la manipulación del sujeto, cambiará nada de la forma de ser de su paciente. Lo que se cambia en un tratamiento psicológico es la posición que ocupa el sujeto ante lo que le ha afectado en la vida o ante los personajes relevantes de su historia, de forma que, al cambiar de posición, la perspectiva que se tiene del problema es mucho más clara y le permite operar con lo que ve. Para explicar esto se puede recurrir a un ejemplo muy gráfico: hay un cuadro, Los embajadores, de Holbein el Joven, que, cuando se mira de frente, se ve a unos personajes ricamente ataviados y entre los que median diferentes objetos. A sus pies, como flotando, hay un objeto que no se puede identificar. Pero, si miras ese objeto desde un punto determinado, en un cierto ángulo, lo que ves en que se trata de un cráneo, una calavera. Cuando estás de frente da igual si eres listo o tonto, atrevido o cobarde; da lo mismo el tiempo que quieras pasar ante el cuadro ni lo que te maldigas por ser incapaz de ver esa calavera que te pueden haber dicho que existe: sea como sea, tengas las cualidades que tengas, de frente nunca la verás. Será cuando cambies de posición que la veas fácilmente, como cualquiera. El estudio de perspectiva del pintor, anamorfosis (imagen producida mediante un procedimiento óptico, por ejemplo el envés de una cuchara), nos asombra y se puede comparar a la imposibilidad de nuestra mirada directa para ver ciertas conductas, afectos o pensamientos que han dirigido nuestra vida. Con lo que se encuentra todo sujeto en un tratamiento psicológico es con los momentos de ceguera que, en nuestra mente, hemos tenido respecto a ciertos episodios de nuestra vida. Cambiar esa ceguera por la posibilidad de ver y entender lo que ha determinado nuestra existencia solo se puede hacer cambiando de posición, no haciéndonos otros, ni aunque sea a gusto de quien nos escucha.
Por tanto, en vez de deformar su ser ―anamorfosis―de acuerdo a nuestros criterios de salud o de normalidad, como psicólogos lo que buscamos es que el sujeto pueda ver dónde deformó su ser o, dicho de otra forma, por qué lo percibe deforme. No se trata de cambiar al sujeto, de hacerle otro, sino de ayudar a que se conozca y, recuperando lo que mantiene escindido o apartado de sí, sea más él mismo.