LA PUNTUALIDAD Y LA AUTORIDAD MORAL


Era un empresario con muchas cualidades. Trabajador como nadie. Emprendedor e inteligente. Allá por los años 70 había implantando en su empresa la técnica TODO POR ESCRITO. La plantilla constaba de 60 empleados. Tenía una secretaria que entre otras funciones debía poner por escrito todas las órdenes e información que de él emanaban.
Realicé en su empresa varios cursos, de ventas, relaciones humanas, liderazgo, entre otros. Participaba activamente y estaba presente en todos. Los asistentes, en grupos de 20 personas, asistían con gran puntualidad. Nunca faltaba nadie, sin justificación contrastada.
Me sorprendió tal muestra de puntualidad y le pregunté:
-¿Cuál es su secreto, para conseguir la puntualidad de todo un grupo, para un curso que empezaba a las 8 de la mañana?
No le dio importancia. En principio mi opinión era su seriedad y un cierto autoritarismo, pero también pensaba que posiblemente había algo más.
Y efectivamente lo había. Su secreto era: un día al mes esperaba al lado del reloj de marcar que llegasen todos sus colaboradores, y desearles   un buen día. Si alguien se retrasaba el permanecía al lado del reloj hasta su llegada. Su límite era esperar media hora. Puede imaginar, estimado lector, el papelón de la persona que llegaba tarde, ¡encontrar a su jefe esperándole para darle los buenos días! La sensación de vergüenza era suficiente para quedar “curado” durante unos meses.
La técnica surtía efecto por la gran AUTORIDAD MORAL que el empresario tenía frente a su gente. Su seriedad, el cumplimiento de sus compromisos, el trato serio pero respetuoso con sus colaboradores y su extremada puntualidad en todos los actos que participaba, citas empresariales con clientes y proveedores, reuniones con su equipo,.. Nunca le oí decir ¡hay que ser puntual! Su ejemplo era suficiente y su técnica de dar los buenos días personalmente a cada uno, un día al mes, sin saber exactamente cuando sería.
Es decir, su autoridad moral estaba sustentada por su CONDUCTA EJEMPLAR frente a sus colaboradores. Su palabra era ley.

JORDI MORERA I JANSÀ

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